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Foto del escritorSatusnilo Colon

Un Verdadero Sacerdote Lucas 10:25-37

Actualizado: 2 jun 2023


Cuando leemos la parábola del buen samaritano, hay algo que debemos tomar muy en cuenta, y es nuestra cultura que es muy distinta a la que había en Palestina en el siglo I, y quizás existan ciertos aspectos de esta parábola que no entendamos, pero lo cierto es que cuando escuchamos o leemos en esta parábola, no nos escandalizamos, ni tampoco nos parece que ataque el statu quo actual de cada uno de nosotros, sin embargo, los que la oyeron de labios de Jesús en el siglo I sí debieron quedar desconcertados, porque el mensaje debió chocar con sus expectativas y también poner en tela de juicio sus límites culturales. Y en esta parábola aparecen varios personajes, y entre ellos están; el interprete, los Sacerdotes, los Levitas y los Samaritanos, y el hombre que fue golpeado, y antes de desglosar el mensaje quiero hablarles un poco de ellos según el orden de su aparición.


En primer lugar está el hombre que fue golpeado

La parábola dice muy poco acerca de este personaje, solo que fue golpeado y robado; pero nos proporciona un dato muy importante, y es que le quitaron la ropa producto de la fuerte paliza que le dieron, y esto es significativo porque en el siglo I. las personas era fácil de identificar por su forma de vestir y por su idioma o acento, y en ese tiempo el Oriente Medio era gobernado por los romanos, que hablaban latín, esta región estaba helenizada, es decir, tenía una gran influencia griega, había numerosas ciudades griegas, y el griego era hablado mucho, pero los eruditos judíos hablaban hebreo, mientas que los campesinos judíos y la gente común y corriente de toda la región hablaba arameo. Es por esta razón que escuchando hablar a alguien o solo con ver su vestidura se podía identificar quién era, pero debido a que fue golpeado y se había quedado sin ropa, era imposible saber su nacionalidad, y como estaba inconsciente y no podía hablar, resultaba imposible determinar quién era o de dónde era, este personaje es un elemento clave de esta parábola.


El segundo personaje es el sacerdote

Los sacerdotes judíos eran los que formaban el clero que servía en el templo de Jerusalén, y dentro del clero había una jerarquía. Primero estaba el sumo sacerdote, después los principales sacerdotes. El jefe de la guardia del templo era el más importante de los principales sacerdotes, y por debajo de él había sacerdotes que hacían de tesoreros del templo, o de supervisores del templo, o que se encargaban de los sacerdotes ordinarios, y los sacerdotes ordinarios eran los que servían en el templo durante una semana cada 24 semanas; o sea, que en un año cada sacerdote servía en el templo por dos ocasiones, cada una con una semana de duración. Muchos también servían en el templo durante las tres festividades principales del año; por tanto, algunos sacerdotes ordinarios trabajaban en el templo cinco semanas al año, no todos los sacerdotes vivían en Jerusalén; muchos de ellos vivían en Jericó, una ciudad cercana, o en otras ciudades repartidas por Israel. Por tanto, los que no vivían en Jerusalén tenían que desplazarse allá de dos a cinco veces al año, algunos de ellos poseían grandes riquezas y eran considerados como la aristocracia del país, por otra parte, algunos eran pobres, y tenían un oficio, o trabajaban como escribas durante la mayor parte del año, cuando no estaban sirviendo en el templo, no se nos da más detalles sobre el sacerdote de este relato; pero los que oyeron a Jesús contar esta parábola debieron de suponer que regresaba a su casa en Jericó tras haber estado una semana sirviendo en el templo.


El tercer personaje es el levita


Es cierto que todos los sacerdotes eran levitas, pero no todos los levitas eran sacerdotes, los levitas eran considerados el clero bajo, una categoría inferior a la de los sacerdotes, pero al igual que los sacerdotes, servían en el templo dos semanas al año, en dos épocas diferentes, había cuatro levitas que tenían un puesto permanente en el templo: el músico principal, el director del coro, el portero principal, y el que supervisaba a los levitas que servían en el templo, algunos levitas eran cantantes y músicos. Otros hacían de criados en el templo, teniendo a su cargo la limpieza y la conservación del templo, y ayudaban a los sacerdotes a ponerse y quitarse sus vestiduras, la policía del templo también estaba conformada por levitas, ellos montaban guardia en las puertas y en el patio de los gentiles, y en la entrada de los lugares a los que solo se permitía ingresar a los sacerdotes, realizaban detenciones y aplicaban castigos siguiendo instrucciones del Sanedrín, el tribunal judío de la época, y lo lógico de esto habría sido el suponer que el levita en el camino de Jericó regresaba a su casa después de una de sus semanas de servicio en el templo de Jerusalén


El cuarto personaje es el samaritano


Los samaritanos eran un pueblo que vivía en Samaria, una zona de colinas limitada al norte de Galilea y al sur de Judea, ellos aceptaban los cinco libros de Moisés, pero consideraban que Dios había escogido el monte Gerizim como lugar de culto, en vez de Jerusalén, pero en el año 128 a. C ósea, “antiguo testamento” el templo samaritano del monte Gerizim fue destruido por el ejército judío, y entre el año 6 y 7 d. C., unos samaritanos esparcieron huesos humanos en el templo judío, con lo que lo profanaron. Esos dos sucesos contribuyeron a la profunda guerra que había entre judíos y samaritanos, es por eso que cuando un judío quería insultar a otro, lo llamaba samaritano, y a Jesús se lo dijeron una vez ¿No decimos que tú eres samaritano y que tienes demonio? y fue por ese ambiente de hostilidad cultural, racial y religiosa que Jesús contó esta parábola del buen samaritano.


El último personaje es el intérprete de la Ley


Aunque no forma parte del relato, fueron sus preguntas las que hizo que Jesús diera pie a la parábola, porque sin el diálogo entre Jesús y el intérprete de la Ley, la parábola queda fuera de su contexto original, y se pierden elementos significativos, “por eso es bueno que te pregunten” los intérpretes de la Ley eran escribas, eran expertos en la ley religiosa, intérpretes y maestros de las leyes de Moisés y estudiaban las cuestiones más espinosas y sutiles de la Ley y emitían su opinión, ellos eran tenidos en gran estima por sus conocimientos, y como muestra de respeto, la gente se levantaba cuando les hacía una pregunta.

Y ahora que conocemos mejor a los personajes, veamos entonces lo que sucede cuando el intérprete de la Ley le hizo a Jesús una pregunta en Lucas 10: 25

Y he aquí un intérprete de la Ley se levantó y dijo; para probarle: Maestro, ¿haciendo que cosa heredaré la vida eterna? el intérprete lo llamó Maestro, y en otros pasajes se le llama “Rabí” que era el tratamiento que se daba a los maestros religiosos, así que el intérprete de la Ley reconoce que Jesús es un Maestro y se lo demuestra, no solo llamándolo así, sino también poniéndose en pie al hacerle su pregunta, ahora bien, la cuestión de cómo alcanzar la vida eterna era un debate entre los judíos del siglo I, ellos se apoyaban mucho y en lo particular en el cumplimiento de la Ley como forma de ganarse la vida eterna, así que lo que el intérprete de la Ley buscaba eran pruebas de que Jesús negara que había que observar las leyes de Moisés, pero Jesús le dice en el versículo 26…

¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo lees?

Aquel Respondiendo dijo:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza, y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo” y aquí hay algo interesante en el que les pido que me hagan una tesis sobre porque Jesús le dice al intérprete, que hay que amar al prójimo como a ti mismo, cuando dijo en Marcos, 8:34, si alguno quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo…

Como se aprecia en los Evangelios, eso era justo lo que Jesús había estado enseñando; quizás el intérprete de la Ley se lo había oído decir. Su respuesta estaba tomada de dos pasajes de las Escrituras: Levítico 19:18 y Deuteronomio 6:5 y Jesús le dijo al intérprete de la Ley que tenía razón, que debía hacer eso, que debía cumplir ese principio de amar a Dios con todo su ser y amar a su prójimo, pero en la siguiente frase, el intérprete de la Ley buscando la forma de justificarse ante Dios, le pregunta en el versículo 29.

¿Y quién es mi prójimo? y es porque el intérprete de la Ley entiende que puede amar a Dios cumpliendo la Ley; pero eso de “amar a su prójimo” le parece un poco confuso. Porque para los judíos el “prójimo” está dentro de los “hijos de su pueblo “es decir…sus paisanos judíos. Pero ¿hay otros? Los gentiles no eran considerados “prójimos” pero en Levítico 19:34 dice: “como a un natural de vosotros tendréis al extranjero que more entre vosotros, y lo amaras como a ti mismo; porque extranjero fuiste en tierra de Egipto. Yo Jehová vuestro Dios” y es en respuesta a esa pregunta: ¿Quién es mi prójimo? Jesús cuenta la parábola, y le dice en el versículo 30…


Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron dejándole medio muerto” La distancia hasta Jericó era de unos 27 kilómetros, en bajada, desde Jerusalén, que está a unos 800 metros de altitud, hasta Jericó, a 240 metros por debajo del nivel del mar, por un camino que tenía fama de peligroso a causa de los ladrones. En Oriente Medio, lo normal era que los bandidos golpearan a sus víctimas solo si estas se resistían; y probablemente eso fue lo que hizo el hombre en cuestión, pues le quitaron la ropa, lo golpearon y lo abandonaron en el camino dejándolo inconsciente, y medio muerto. Y la palabra “Medio muerto” para los judíos equivale “próximo a la muerte” o “a punto de morir” “pero aconteció que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole paso de largo, vs, 30” Es probable que el sacerdote volviera de una de sus semanas de servicio en el templo. Por su categoría social, y seguramente iba montado en un burro y podría haber llevado a Jericó al hombre herido, pero el caso era que no tenía forma de saber quién era, o de qué nacionalidad era, puesto que estaba inconsciente y además desnudo, y la ley musaica obligaba al sacerdote a ayudar a un compatriota judío, pero no a un extranjero, y dadas las circunstancias no podía determinar si el herido era lo uno o lo otro. Además, el sacerdote no sabía si el hombre estaba muerto o vivo y, según la Ley, si tocaba un cadáver o se acercaba a uno quedaría ceremonialmente impuro. Si se acercaba a menos de unos dos metros, y el hombre estaba muerto, el sacerdote quedaría contaminado, y para purificarse le haría falta una semana de ritos religiosos, en la que tendría que comprar un animal para sacrificar. Durante ese tiempo no podría recaudar ningún diezmo, ni comer de ello, ni él, ni su familia, ni sus criados, porque si el hombre estaba inconsciente, y el sacerdote lo tocaba, y el hombre moría poco después, el sacerdote tendría que rasgar o romper su ropa, o sea, que luego tendría que comprar ropa nueva para sustituirla. Así que ayudar a ese hombre no identificable podía salirle caro. Al final, por el motivo que fuera, decidió pasar de largo por el otro lado del camino para guardar las distancias con él. “Así mismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole pasó de largo, ver, 32” el levita, que probablemente regresaba a su casa después de servir una semana en el templo, pues él hace lo mismo que el sacerdote, y decide no ayudar, lo más seguro es que el levita fuera consciente de que el sacerdote había pasado al lado del hombre herido, y por ser de una clase social inferior a la del sacerdote, posiblemente iba a pie. Aunque tal vez no habría podido llevar al hombre a ningún sitio, le podría haber administrado los primeros auxilios, pues no estaba sujeto a las mismas leyes de pureza que el sacerdote, de que tenía que conservarse puro durante su semana de servicio en el templo, ya que no estaba sujeto a esa obligación, pero por lo que dice la parábola, es posible que se acercara al hombre, porque el sacerdote lo vio y pasó de largo, pero el levita “llegando cerca de aquel lugar” lo vio y pasó de largo, y no se dice el motivo por el que pasó de largo; pero es posible que, sabiendo que el sacerdote, que conocía mejor las leyes y obligaciones religiosas, no había hecho nada, supuso que lo mejor era no hacer nada él tampoco. Una intervención suya se habría podido interpretar como una crítica de la concepción de la Ley del sacerdote, y se habría podido considerar como un insulto para el sacerdote, también es posible que no prestara ayuda porque temía por su propia seguridad. Los bandidos podrían estar cerca, y si se quedaba un rato ayudando al moribundo, podía terminar igual que él. Fueran cuales fueran sus razonamientos, el levita, que era la segunda persona del templo, llegó…vio…y pasó de largo…y en este punto del relato, los oyentes originales y el interprete pensarían que la siguiente persona que hallaría al hombre sería un judío no religioso, esto había sido para ellos lógico, considerando que se iba en orden decreciente de categoría social: sacerdote, levita y laico, pero Jesús fue mucho más allá de lo que ellos podían esperar, porque la tercera persona que hace su aparición es un samaritano despreciado, un enemigo, y el asunto se pone peor cuando Jesús cuenta todo lo que este hace por el moribundo, cosas que los religiosos, el sacerdote y el levita, personas que servían en el templo, tenían que hacer, pero no hicieron, por eso…


Si eres Sacerdote…se un Sacerdote… el ver, 33-34 dice, “pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de y viéndole, fue movido a misericordia” y acercándose, vendó sus heridas, echándole aceite y vino; poniéndole en su cabalgadura, le llevó a el mesón y cuidó de él” el samaritano, era un mercader que transportaba vino y aceite y que tenía consigo al menos un animal, probablemente un burro, y se compadeció del hombre golpeado. Primero cura sus heridas., y lo qué utiliza para eso no es el servicio de ambulancia de la localidad no tiene un botiquín, él quizás, como comerciante, llevaba alguna tela, y tal vez se quita la túnica de lino que lleva como ropa interior y usa eso, o se quita el turbante y lo usa como venda. Y echa vino y aceite en las heridas para limpiarlas, desinfectarlas y curarlas, además de eso, monta al hombre sobre su propio animal y lo lleva a una posada, supongo que en Jericó. El sacerdote podría haber llevado al hombre a Jericó para que lo atendieran. El levita podría haberle prestado al menos los primeros auxilios. Sin embargo, es el samaritano quien hace lo que ni el sacerdote ni el levita quisieron hacer, por eso…Si eres Sacerdote…se un Sacerdote…porque el samaritano lleva al malherido a un mesón y lo cuida allá. el samaritano se arriesgó mucho al entrar a la ciudad con un judío (si era un judío) moribundo sobre su asno; los parientes del herido podrían haberle echado a él la culpa de lo ocurrido, y haberse desquitado con él. Por su propia seguridad, habría sido más prudente dejar al hombre cerca de la ciudad o a las puertas de la misma; pero él lo llevó a la posada y pasó la noche cuidándolo. Y eso no fue todo lo que hizo, porque el ver 35 dice que “al otro día saco dos denarios y los dio al mesonero, y dijo: Cuídemelo, y todo lo que gaste demás, yo te lo pagaré cuando regrese” y al terminar la parábola, Jesús le pregunta al intérprete de la Ley: ¿Quién pues de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Y en ver 37 el intérprete de la Ley dijo: el que uso de misericordia con él, y Jesús le dice… Ve y haz tú lo mismo” recordemos que la pregunta del intérprete de la Ley era:

¿Quién es mi prójimo? Jesús no le respondió de la forma concreta que él quería, sino que contó una parábola y luego le preguntó quién se había portado como prójimo del hombre asaltado. El intérprete de la Ley quería una respuesta simple, como: «Tu prójimo es todo paisano judío, así como cualquiera que se haya convertido al judaísmo y todo extranjero que viva entre ustedes, y si al intérprete de la Ley le hubieran dado una lista así, habría sabido exactamente a quién la Ley le mandaba que amara. Pero la parábola de Jesús demostró que no se puede hacer una listita que reduzca las personas que estamos obligados a amar o que debemos considerar nuestro prójimo. Jesús aclaró que el prójimo son las personas necesitadas que Dios pone en nuestro camino, y puede que el hombre que fue golpeado y dado por muerto no fuera «legalmente» el prójimo de los dos religiosos; no era posible saberlo. Pero el levita y el sacerdote estaban más preocupados por la ley religiosa, los rituales y el deber, que por obrar con misericordia y bondad. fue el samaritano, la persona que los oyentes menos se esperaban que hiciera su aparición, el que se conmovió, y no solo se conmovió en el sentido de que sintió el deseo de ayudar, sino que su compasión lo impulsó a la acción. Y eso tuvo su costo. El samaritano se arriesgó al detenerse a cuidar del hombre malherido en un lugar donde lo habrían podido atacar también a él. No sabía si los ladrones seguían en las inmediaciones. Gastó vino y aceite. Rasgó una tela o algunas de sus prendas para vendar las heridas del hombre que ni siquiera conocía, lo transportaron, y pasó la noche atendiéndolo y a la mañana dejó dinero para que lo cuidaran. Todo eso fueron costosos actos de amor, y lo último que le dijo Jesús al intérprete de la Ley fue: “Ve y haz tú lo mismo” en pocas palabras…recupera la identidad de quien eres…y comienza a comportarte y actuar como un sacerdote… y concluyo este mensaje con una poderosa cita…en /Reyes, 17:25-28 que dice…“y aconteció al principio, cuando comenzaron habitar allí, que no temiendo ellos a Jehová, envió Jehová contra ellos leones que los mataban, Dijeron pues al rey de Asiria, las gente que tu trasladaste y pusiste en las ciudades de samaria, no conocen la ley del Dios de aquella tierra, y él ha echado leones en medio de ellos, y he aquí que los leones los matan, porque no conocen la ley del Dios de la tierra. Y el rey de Asiria mando diciendo: llevad allí algunos de los sacerdotes que trajiste de allá, y valla y habite allí, y les enseñe la ley del Dios del país. Y vino uno de los sacerdotes que habían llevado cautivo de samaria, y habito en Bet-el, y les enseño como habían de temer a Jehová” en medio de todos estos pueblos que estaban en cautividad habían samaritanos, y fue un sacerdote de Israel quien enseño a estos pueblos, incluyendo a los samaritanos como habían de temer a Dios, por lo tanto el Samaritano de esta historia saco lo que normalmente usaba un Sacerdote, el aceite para Ungir y el vino para la libación, en pocas palabras el Samaritano recordó que era un Sacerdote, y actuó como un Sacerdote…


Porque cuando tu sabes quién eres…actuaras basado en lo que tu dice que eres

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